martes, 1 de noviembre de 2011

Viajes en colectivo 1:

Eran las seis de la tarde y el colectivo estaba lleno. Yo iba a la casa de Seba a conseguir unas pastillas para poder dormir. El había empezado a trabajar en un programa de laboratorio en su facultad, podía conseguir lo que quisiera y siempre estaba dispuesto a recetar sin receta. Su casa quedaba a dos horas de mi trabajo y pense que era mejor recorrerme la capital a volver a mi casa. El colectivo estaba lleno de gente. Señoras, señores, chicos, chicas. Me senté en un asiento, apoyé la cabeza en la ventanilla, cerré los ojos. Cuando llegamos a Pueyrredón una señora empezó a empujar a la gente y se agarró a la baranda. Cada vez que doblaba la calle se me caía encima. No venía sola, estaba su esposo, o lo que fuere al lado suyo. Tenía la cara llena de arrugas, llena de marcas rojas como si estuviera por entrar en evullución. Su esposa le decia cosas asi:
- Yo te digo que las cosas van mal. Ahora van a ir peor. En el supermercado todo esta carisimo. Te digo que aumentó todo un 110 %. Por ejemplo, ayer hablaba con Lidia, que fue al supermercado y sabes cuando sale el paquete de harina.
- No. Cuanto?
- Un 110 % mas. Esto no se puede. Y no es que yo vaya a supermercados caros, no. Fui al supermercado chino y compré lo mismo que hace un año, lo mismo, y la otra vez me salio 75 y ahora con 75 solo compro…
Nada podía parecerme mas deprimente que esas charlas. Me apreté contra el asiento, me apreté contra la ventanilla y mi cabeza rebotaba una y otra vez como cuando me quería dormir y no podía. La señora seguía hablando de precios, como si eso fuera lo unico que haria que su vida fuera miserable y quejosa. A mi todo me molestaba, todo, desde levantarme a la mañana, tomar café en el trabajo, mandar mensajes a Ana para ver si queria volver a salir a tomar algo.
Cuando llegue a Barracas Seba estaba en el supermercado. Salia con dos bolsas blancas de residuos, repletas de botellas y manies.
- Parece que la vas a pasar bien -dije.
- Siempre. Igual las compre para vos. Los mejores antidepresivos se venden en el super y son mas baratos. 
Despues cuando volviamos me conto de su dia. Lo habian echado tres veces. En el trabajo, en la facultad y su nuevo proyecto de noviazgo. Mientras iba diciendome eso, yo veia una linea de sangre que cruzaba la avenida, la cruzaba y subía el cordón, llegaba hasta nuestras zapatillas. Quise comentarselo, pero me pareció que venia muy metido en su cabeza, contandome todo, que no tenia sentido. Cuando llegamos a su casa y me saqué las zapatillas, vi que tenia las medias mojadas con pintura roja, y que manchaban el piso encerado.
- Es un desperdicio esto de manchar los lugares limpios -dije, me sente en el sillón y Seba me dio una cerveza y se quedó dormido cuando la abrí. 

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